Desde antorchas derramadas bajo el pálpito desangrado, hieráticos miramientos convergen en la cúpula de la euforia parsimoniosa. Instauran presagios, instauran el oráculo; y la osadía de beneméritos consuelos acuden tramo por tramo en una escalera abismática y ruin.
Así, asiste la verborragia a su rapto sagrado, su manto, su envoltorio y merma. Así cada carótida del benevolente escalón ufana misticismos de pergeñaciones salubres. Los mirares sucumben, la ambición despiada sangre entre los vituperios de insignias de orfebres persuasivos.
Desde antorchas de una escalera zigzagueante, acumulaban entonces los fidedignos escalones hacia una diatriba locuaz. Locuaz y móvil. Locuaz e itineraria. Locuaz y armada entre corceles de un carrusel existiendo elocuentemente.
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