Solicitan las arenas vientos calmos;
permiten los vientos arena quebrada.
Nada implora su comunión,
su retrato, su argumento ni su vacío,
sino una mera tempestad.
Así descansa cada ola su boca consumada;
así, así, vuela cada ilusión hacia los abismos de las corporeidades.
Aún contemplo la roca, sus vértices, sus dimensiones de fulgor adueñado.
Todavía, sin embargo, temo su irrupción, su bufido, su probidad.
Aún contemplo la roca enumerando antípodas de sublimidad decayendo.
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