Cortinajes eufóricos
riman ángulos de sostén vinculativo.
Un acecho benefactor
instaura compulsiones de vértebras disecadas.
La dicotomía analítica
merma penurias sofisticadas.
Un acecho benefactor rema
la mácula de precogniciones moleculares.
Y, ante las carótidas
abismales, una tregua asoma su vigor.
¿Es el viento un relato
cadavérico?
¿Es su brisa una
pululación transparente?
No. No; la ventisca
arrima temperaturas de mares sagrados.
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