Caldeo un texto en las
manchas del muro;
permito los salientes
altibajos con percances preventivos.
Rumio la ola, rumio el
pasto.
Caldeo innúmeras
penitencias en el cristal de las imploraciones.
Y, en el instante, y, en
el inicio,
caldeo un estruendo hacia
los tejimientos de las parálisis.
Anoto un cuadro.
Desaprensivo, arrojo
láminas bajo su rostro.
Cuadro ahíto, ojo ahíto.
Anoto un cuadro para las
devoluciones de los caldeos.
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