Duerme el sigilo bajo
sombras de luces paganas;
despierta el artilugio
sobre raciones de movimientos errantes,
acostumbra, cada vigilia
consumada,
preámbulos hacia los
nocturnos atrevimientos de una ceja aglutinada.
Al crepitar cada
semblante su mudez inmerecida,
al rotar cada fuente y
herir cada párpado,
sé, noto, sus
invariables triunfos entre tibiezas gélidas petrificantes.
Sé, advierto, dramáticas
apacigüedades y relinches oníricos.
Sé, noctambulismos
agradecidos.
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