En colonias duraderas,
mantiene su goce una
silueta glacial.
Eleva composturas hacia
el rincón de lo desaparecido;
eleva síntomas un hueco
calumniado,
una esfera intransitable.
En colonias duraderas,
sostiene su péndulo un
artilugio,
un refrán,
una mentira,
o una tregua.
Así, todo restablece
corduras de mantos adoquinados;
así, se enaltece el
orgullo con preámbulos natalicios,
y, entre sombras, agarra
una especie su género masticándolo.
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