Cuando bulle un
imaginario, animales de pergamino derrochan antipatías.
Cuando la iniciática
perla corroe la sangre;
cuando la telúrica
donación grita un espanto;
cuando camina, cuando
avanza, cuando exclama.
Las ideas de vanas
creaciones admiten vocablos inexpertos;
la salud de los párrafos,
y la hiriente tónica de un punto.
Elocuencias de grado
firme notan un precipicio,
y, las tergiversaciones
paganas, su vértigo.
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