Cuando una utopía
manifiesta su demencia,
arremete el diálogo su
fruto cautivador.
Cuando un desgarro
pergeña,
sostiene el claustro,
maniata ese
anquilosamiento,
atosiga.
Cada brecha de postura
derrama caóticas miras
hacia el partidario de lo inmóvil;
y, en sucedáneas
nomenclaturas,
un destino es fiel,
un desenlace es
bienaventurado,
y un fin es alabado hasta
las temerarias márgenes de lo involucrado.
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