Cabe la misma frecuencia en
todos los seres humanos. Emanación a ultranza, equivaliéndose bocanal: rincones
añejos.
Frecuencia insípida,
frecuencia voladora, es vibración invisible más allá de ambivalentes recodos. Y
surge frente a cada uno siendo sus habitaciones, sus letreros y sus
perennidades. Pero se presenta una variación: la frecuencia cambia hacia otra.
Las casas desaparecen; los
parques, los vehículos; cielo y tierra. Y, en esa nueva frecuencia, todos ven
una puerta, la misma, todos la observan por más que no quieran abrirla.
En el detenimiento contemplan
la totalidad de la aparición. En el aquietamiento; en el anquilosamiento, la
ven prohibida, solo permisible a quien portase una llave, una herramienta
diminuta. Aunque completamente visible dentro de otra frecuencia, la anterior.
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