Respiro; sobre las aguas de la
laguna, respiro aireadas de claroscúricos enjambres variando. Pero mi intención
es descender, ir debajo del líquido, ése, el que abruma con su asfixia.
Inhalo, exhalo. Inhalo,
mientras carboníferas dilataciones emanan desde cúbicos residuales aquejándose
lujuriosos. Exhalo, cuando todo lo visto es comprendido, cuando todo lo oído es
atendido. Y, lentamente, el agua comienza a cubrir todo mi cuerpo.
Y, al ubicar mi cabeza bajo la
superficie, sopesan catadurías extravagantes un consuelo por permanecer vivo.
Vida que pronto sugiere extinguirse, latir, siendo lo último, latir más allá de
las exigüidades.
Pero logro permanecer vivo;
aunque temiera fenecer bajo presiones. Y noto, y advierto, que la compostura
del agua varió, que ya no requiere branquias, que es aireada para mi título
pulmonar.
Durante una travesía
elocuente, al descender apenas, respiro bajo las aguas. La permeabilidad sujeta
bruscos cabotajes de trópicos perdiéndose, mientras yo, al respirar, auguro la transformación
de los mundos, o, al menos, de los entornos si es que no fuesen lo mismo.
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