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13/8/16

Desértico océano

Vacío; tan respetable por evasivo es el desierto, así el océano. Al recrearlos, al identificarlos, al morderlos con el mortecino diente de la conceptualización, se detienen para caer y suspenderse sobre la avenida sin nombre de los vanos trayectos.
Consumen días arbitrando su despotismo tanto el desierto como el mar. Rumian tenaces las veredas de lo recóndito y asfixiante; lo insuperable, lo aleccionador e intimidante: lo perpetuo.
En un solo día se verán gotear multitudes sobre aguas, ya venidas corriendo desde el desierto, hasta colapsar innúmeras valentías de cuerpos decrepitándose tras revelarse finitos. Aquellos mantos de agua atraerán serpenteando multitudes; aquellos arenales sedientos harán crepitar con fuego de moribundo cordón inequívoco a los hombres, al ejercitar, al verterse y platicar acerca de un mismo concepto polarizado.
Pero no todo fue apreciado por los ojos de fieles sin creencias. No fue vista la gruta. Entonces, mientras la nieve continúa cayendo, se eleva ascendiendo místicamente hasta poder ser nombrada. Hasta poder ser titulada, tal vez en semejanza con otro sitio, hasta poder ser conceptualizada siendo carbón blanco.

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