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20/8/16

Derritiendo

Sembraba, el derretimiento pleno, con desplazamientos inoportunos. Aquella agua que había sido nieve, movía su abdomen, piernas y brazos hacia la extremidad de las cegueras.
Cuanto había caído siendo nieve se había convertido en agua; ésta se había dirigido a través de todo lo llano y toda pendiente hasta colocarse inmóvil como referente de su accionar. Cuanto había caído había sido blanco que, luego invisible, hechizaría, con varas terrenales, osadas regiones de un nombre exhaustivo. Quien mirase socorrería mentores ciegos hasta elevar exámenes de jovial tesitura; quien mirara suspendería tráfagos adueñándose de todo precipicio, verdad y postura de los dueños del complejo versátil.
Y se adelantaba, y regresaba; se desplazaba sobre llanos horizontes hasta pender desde huellas con páramos estáticos y avanzar –derritiendo- su entorno.
Es que primero nevó, y después fue correntada acuosa; pero siempre, desde inicio hasta fin, derretimiento. Y derritió casas, y derritió organismos vivos, y derritió la columna de los paraísos sostenidos. Y fijó, y sentenció, ser único cadáver perdurable frente a un derretimiento, el fuego insospechable.

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