¡Ante el azar!, miríadas de
peces pulmonares respiran;
denotan estima, conmueven
flexibles vientos acicalándolos.
¡Ante el azar!, el destino
vierte su caótico estruendo;
confluye y persuade: arrima
coberturas de un solo timbre resonándolo.
Ante el determinismo, hordas
confusas arriesgan penitencias;
demuelen un labio cicatrices de
dientes descolocándose.
Ante el determinismo, el
destino corrompe malográndose con siglos enumerados;
prohíbe y comprime: aleja su
gotear cálculos inefables de muertos estambres.
¿Quién decidirá objetuales
direcciones sino el azar?
Y, mientras los océanos
imploran por sequías,
¿Qué sino la sorpresa de un
compromiso externo desterrará todo pacto predeterminado falazmente?
Y, mientras los mares veneran
desiertos, mantos de orillas destinales,
cobijos de costas
determinantes, hallan en azares lluvias de tierra provisionándose secas.
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