Sé que debo caminar, andar
entre lavas hasta alcanzar ese término de todo transitar. No soy el único:
todos los hombres se acercan decidiéndose acompañarme hasta el desenlace de sus
destinos.
Sé que debo apropiarme de
cuanta diurnidad asole; de ritos y fronteras del único animal atreviéndome a
repetirlo. No desobedezco contratiempos hasta solucionarlos, hasta darles un
minúsculo porte de anguila disecada. No me cabría retroceder, hallar el último
impacto siéndome nefasto para las conclusiones. Las esperas dilatan sombras
bajo el fútil desespero de victimizaciones inabarcables. Soy y seré fiel a este
camino, a ese tropiezo designándome mortal; aunque bajo las intermitencias de
los soles admirando noches despeje donde nadie se adelantase los hechizos de
auguristas predeterminados por parámetros incongruentes.
Sé que he llegado a la cima de
la montaña, a ese peñasco, a ese estadio incólume de osadías arbitrarias. No
decido los sentidos ni direcciones. No hallo huellas ni las busco. Puedo
caminar, y camino como todos los hombres hacia un residual de eremitas
concentrados en meras cópulas de sagradas espadas combatiéndose junto a
palabras que he debido desoír. Los mantos de satisfacciones recubren cuantas
plegarias atrofian máculas de desórdenes inconfesables. Pero ya, ya veo un
puente.
Mientras he estado
observándolo, restringen sus anomalías cualquier posibilidad de cruzarlo. Desde
esta cima veo la siguiente; y nada –excepto el puente- me conduciría hasta ahí.
Sobre la otra cima está lo añorado por todos, nuestros futuros y predicciones
acerca de nuestros destinos.
Ahora ya no me seduce, no me
aclama, no me atrae. Ya las míseras caminatas deberían retornar al espacio de
los ayeres; aunque preservaran más conflictos y desánimos que redenciones. Ya,
ahora, ese maltrecho puente dice que tomaría algunos hombres durante su caída.
Que aglomeraría en los abismos más y más muertes, quizás dándoles un destino
certero. Pero futurizo; creo en la nada de nuestros entenderes, en sus
ambivalentes causas fenomenológicas y descreo de un futuro consumado, predicho.
Ya la lava de nuestras
miserias deshará con sus tenues abundamientos pasadas creencias, y harán de
nuestros sitios ya visitados un rótulo precoz aunque no subestimable. Y
retrocederé, andaré como tantos pergeñándome cómplice al negarme caminar sobre
el puente, o tal vez a construir otro. La lava ascenderá, rimarán sus armas
simbólicos prejuicios hasta olvidarla, ceder y caer en su volcán del que he
escapado.
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