Suspendido con alas de esperas
reniega haber caricaturalizado a sus compañeros. No es que se hayan dado
cuenta, sino que se han retirado dejándolo solo. Y, viendo la intolerante
deformación de su cuerpo, ve de la misma forma al mundo dado.
No cree en supercherías de
antaño. Ni en seguridades por venir. El solo sabe que esa malformación es
atribuible a sus introspecciones, a ver lo interior en lo exterior; o tal vez a
una capacidad inconsciente. Resiste el frío, resiste el calor. El mundo todo se
persigna con oraciones viscerales; pero él no las oye, no las ve ni deshace.
Entre los horizontes no existe quien no lo haya visto, y pormenorizado en
detalles a sus deformaciones prominentes.
Quien solo haya ojeado una
astilla insertándose en la piel; quien solo haya temido ver conspiraciones y
arrebatos, lo verá herrumbrándose tras aguas que de sequías devienen. Pero solo
él puede retrotraer los malsignos de su cuerpo, de su piel, de sus uñas.
Entonces, deja de meditar,
deja su ayuno y libra su existencia. Es uno: unió su mundo con su pasado y
presente: dejó sin apresamientos las cláusulas de sus interrogantes.
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