Revuelan los tronidos entre
efímeras constelaciones eléctricas. Solo un vuelo, solo uno más para
revolotearse sin alas hasta las márgenes de la mesura.
Maquinarias de alto rango;
maquinarias con espátulas florecientes, se suspenden sobre lo alto hasta
saberse inmunes a los suelos. Es que ellas desean los atrios de las
mansedumbres proféticas para notar antinomias de hierro y metal. Son ecuestres
jinetes abultados entre las predicciones de un sabio que con su bastón arrima
una junto a otra; la cercena, la hiere y la combate para manejarla. Pero nada
farfullarán con silencio, estas máquinas, sin dobleces ni embargos.
Las naderías ven pasados
siniestros mientras en su latir las maquinarias se adelantan hacia los éxtasis
de las atmósferas. Y en lo bajo, en los llanos, aquel sabio las ve partir.
Desde los suelos volarán hacia
los cielos de un mero despierte cenital. Se irán otras, como se han ido las
primeras, pero antes de su estallido final, que con creces da libertades hasta
colapsar en un nudillo de esperas.
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