Detalla cada ángulo su
proporción dimensional. Se alargan las aristas, los vértices y hasta cada punto
en la vorágine especulativa por dominar los encuentros.
Se huyen, se rehúyen lado y
ángulo componiendo cuerpos geométricos para ubicar colores de la vasta gama de
los arbitrios. Cada parte tiene su peso, cada corporeidad ontológica se lo da.
Y en más de una visita, quienes ven tras las composiciones un plan, otorgan
claridad descomunal saliéndole desde las vértebras ruidos escabullantes para
desoír. Las palabras caen muertas, han olvidado el peso de las realidades y de
sus contemplancias. Todo es desarreglo aunque componiéndose según linealidades
melodiosas de antañas elucubraciones.
Sé soportarlo, puedo. Cada vez
se acercan más los términos, las regularidades de cubos, rectángulos y círculos
se desvarían convirtiéndolo todo en millares de imágenes. Cada vez lo soporto
mejor, y más de uno de los acá presentes debe caer frente a convulsiones
exhaustivas de índoles sacrificiales.
Pero las composiciones ya
están hechas, las molduras se han ido y solo queda una pendiente donde reposar
a millones de prensas que cerrarán los cúmulos con visiones inauditas.
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