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31/10/13

Guardianes del asombro

Ellos procuraban no atender a los imprevistos. Ellos, los guardianes del asombro, carecían de estupefactos, de milagrosas revelaciones y de cautiverios donde poder anhelarlos unívocos los desatenderían.
Andaban de bosque en bosque buscando anticipos de cualquier clase que los sorprendiesen aunque no lograban hallarlos. Se ufanaba en troncos altos, pequeños, en rocas y debajo de éstas; porque las univocidades se verían donde jamás se pensasen. Y, ellos, nunca se agotaban ante una ordinariedad ni ante una verosimilitud de acuerdo a los supuestos elementos provistos por el bosque. Y frente a nada cedía sus búsquedas.
Pero los sauces gritaron, los cipreses bostezaron y toda la selva se plegó de vociferías. Entonces ellos aguardaron, se montaron en grupo y contemplaron; aunque no era extraño aquel despliegue mientras alguna ventisca de altura se provocase. Y se sentaron.
Cada uno hablaba de ciertos parámetros que hacían de ellos un equipo sorprendente, audaz y digno de asombro; porque nunca se desatendían ante un elemento cualquiera. Pero los vientos terminaron y aquellos árboles continuaban platicando.
Los dueños de los bosques rieron por el falaz intento, por la búsqueda y por la añoranza de los guardianes del asombro. Rieron de aquel reiterado entusiasmo por no asombrarse ni perturbarse; porque los árboles, durante milenios de trascendencia, se habían insinuado provistos del fin de las aventuras.

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