Pueden ocuparse los espacios
fuera de los cuerpos. Un último hálito de conocimiento se desprende de aquellos
abruptos donde las posibilidades por rebatir se enfrentan.
Camina a través de los vacíos,
los llena. Pero los síntomas varían y se expropian un suero inútil. Camina al
azar, choca los volúmenes, los rompe; y hasta la saciedad de las almas, los
siente difamando ángulos exquisitos donde permanecer suele ser antipático. Los
espacios están llenos o vacíos, están dimensionalmente compungidos o extralimitántemente
austeros. Y quien diga sobre los cuerpos eternamente corporeizándose en gases o
sólidos, líquidos no olvida.
Camina entre ellos, los
persigue. Arruina su fe un despótico alumbrado donde dejar cuestiones de riesgo
es mellar sus historias. Pero fuera de los espacios estarán las conjugaciones
de materias, el dominio de la vacuidad y el diurno elemento para los menos
veedores.
Solía contemplar los objetos –aire
y viento- pero desde que el vacío se expuso, sus contemplaciones dirigieron ecuestres
marchas hacia agonías de inmedidas vaciedades de campos atravesándose permitiéndole
escapar.
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