Sale por detrás aunque su
alcance salga por delante, por laterales y arriba. Las musicalidades de su
derrota lo incumben en distancias de astros parpadeando su emerger. Las
plegarias anochecen desde la primera aurora descalibrando musgos ficticios. Y
quien crea temer singularidades donde pacer, habrá emergido para decaerse sobre
los mantos de las auríferas condiciones de un aire devastado.
Yo supe que se iría; que nos
dejaría, que partía hacia megalómanas construcciones de un rey intimidándolo. Sabía
que se iba para volver, para autoconvocarse y salvar del fierro de la noche a
cuantas rarezas surjan. El no era otro que el aprendiz de vocales estructuradas
en decantar sílabas para apremiar a séquitos de algunas tempestivas marchas por
reintegrar. Y se iba.
Pero nada restará
intimidándolo como las premuras de invocables letanías en donde podrá fenecer.
Los restos del viento sabrán que el mar no vendrá. Los artilleros de los cabos
sabrán que el mar no vendrá. Pero más lo sabrá el sol mientras tema perderse y
ser volcado para reflejar.