Ahuecaba el vértigo su huésped carmesí;
aletargaba, horadaba, reinaba, posicionaba, irradiaba
un precipicio su imagen frenesí.
Donde muere el letargo despierta el insomnio.
Donde vive la sangre abre la intuición.
Pero cuando impera una insanía, abisma su glóbulo.
Así, caídas en planos firmes mellaban imposiciones ferrosas,
imposiciones ahuecadas, imposiciones vertiginosas, imposiciones hospedadas, imposiciones carmesíes.
Así arribaba un percance su huella mordida por dedos atornillados,
y, durante el llanto, crepusculaba una muela sobre los designios de un horizonte incrédulo.
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