Una caldera de hielo aventajaba
la parquedad, el estigma.
Figuraba revueltos sentidos
más allá de su especie,
más allá de su suelo.
Pero las calderas reúnen el estupor,
la filantropía, la fisonomía.
Entonces vi su hielo,
vi su hábito,
vi su insanía.
Y la caldera, revoloteando, fue pájaro, fue águila,
mientras su caldo, meramente, fue roca de agujeros alados.
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