Serpenteaba un líquido
sobre máculas instantáneas.
Cobijaba su destino
vertiéndose una y otra vez, una y otra vez,
más y más dentro de
vasijas diezmadas.
Razón. Imperaba. Razón.
Atenuaba.
Así ese líquido
desbandaba lógicas donde penurias de carbón sigiloso,
así ese líquido, ese
agua, ese quiebre.
Así, y solo así, esas
antagonías por rechazar su hielo
acentuaban láminas
vertiéndose una y otra vez,
más y más,
una y otra vez hasta las
penurias de sostenidos filántropos.
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