Retiro osadías
deleznables bajo las nieblas de lo atado,
retiro travesías tercas
sobre las ruedas de lo deshecho.
Un vehículo mira sus
gritos,
una marcha,
una fúnebre marcha
cariacontecida restriega harapos de misceláneos cubrimientos.
El silencio, ese mítico
vocero de confiables miramientos,
ofusca, teme, aparta;
consagra, arredra,
convence.
Entonces el silencio, ese
atroz temerario convulso,
hiela, desmiente,
cautiva;
dice de todo vapor un
nexo magnífico e instaurable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario