Clandestinos azares
convergían bajo el crepúsculo ocular;
convergía el rito,
convergía el desmán;
bajo la tenuidad de un
socorro ocultaba la sed precámbrica.
Así, no hallé;
así, ni siquiera busqué
versos aturdidos sobre la marea de mil estereotipos.
Ufané el milagro,
perseguí el ciervo;
ufané el codo,
perseguí, entre ruinas
de un modo zaherido, perseguí un retoño imantado.
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