Derrite un desmán,
destellos ceden;
clausura un arrobo,
semeja deidades acatando
salud tenaz.
Así las sílabas muerden
el harapiento cielo ornamentándose tormentoso,
ciñéndose cabal bajo el
yugo de sus aguas,
bajo el melodrama de su
huésped,
de su antojo.
Mientras, vuela un
arcoíris despuntando cosmogonías sagradas.
¿Serán las calles un
suelo vivo?
Supongo que no, en
cambio,
¿será la huella un
olfato terrestre?
Supongo que sí, en
tanto, y, por tan poco, permisible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario