Tiende una aureola a
profanar revelaciones.
Tiende a reiterarlas, a
horadarlas y volcarlas;
aunque su peso sumiso
irradiase convicciones anticipables durante la contextura de los
crédulos.
Tiende una aureola a
sumir presagios de mares descompuestos;
y su milagro, y su
ufanación, y su textura.
Sin embargo, hay
dispersión sobre su rostro;
entonces adivino, en su
quietud, un sometimiento finalmente extinguido.
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