Bajo un árbol de
cristal,
bajo hojas de pésame y
troncos de diluvio,
reina la mandíbula de
las aserciones.
Prodiga su encanto,
enfurece su término,
acciona su deglución.
Sobre la dentadura de las
afirmaciones,
perece el llamado de
calaveras,
y, sobre cada diente, se
agujerea la emanación, la cristalería, el clamor.
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