Caen vapores diluviales;
se estremece el pálpito,
se arruga el síntoma.
Caen ascensiones
artilúgicas;
pero se repite el frenesí
inacabable de velar por un clima entumecido.
Suben lluvias
antojadizas;
se deshace el estropicio,
se conmueven las variables.
Cada rubor derrite
presencias de carnes asoladas,
y merman, al tronar,
silabeos dinámicos cuando se tiende al balbuceo reiterado.
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