Peldaño a peldaño, él
se mueve alrededor de la esfera. Estrategicamente, la escalera rodea
el mundo, los arbitrios y destinos de todos los hombres.
El asciende; él
desciende. La atroz marcha lo depara a permanecer en un mismo sitio,
en un mismo espacio: el mundo rota. El cree; él descree. La
circunvalación conjeturable procura presiones en un mismo nervio
caótico.
Al andar en la escalera,
paulatinamente, admite rigurosidades por una decisión optada; por
anotaciones que su consciencia le transmitía.
El había dejado a su
Dios, él había merecido el uso de la escalera circunrodeando el
mundo. Ahora, él busca seguridades perdidas, seguridades que sus
creencias antiguas le habían ofrecido. Ahora, su aventura emite
desesperación; ante el sutil anhelo de hallar un espacio
resguardado, ufana, suspira, e, iluso, se detiene sobre los escalones
de posibilidades inaceptables.
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