Derraman, oriundas apreciaciones,
tratativas márgenes de zumbidos cláustricos. Asiente el remanso,
inquieta un terremoto, en el mismo espacio cognitivo.
Náuseas de gravedad, fijaciones
perdurables, atienen claves de cifrados conectados. Y un terremoto es
ballena táctil cuando deviene, y un remanso purifica volubles
acciones de merodeos. Mientras la espera por unificar hechos consume
al remanso, éste detonará, éste calificará sinnúmero de
sensaciones libertariamente sofocando.
Pero, hay un terremoto; pero, hay un
remanso. Ambos en el mismo espacio desasen los quiebres de
percepciones. Y se ve, y se habla, según maneras de caóticas
miradas.
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