Confiscó ilimitanzas con
purpurinas estrecheces, tomó una medición. Mientras hacía cambios en variantes
temporales, vio la eternidad retozando bajo líneas de un tiempo constatado.
Antes, cuando se detenía
cotejando linealidades escarchozas, hacía y rehacía hasta ufanar lo otro, lo
invisto. Antes, cuando las columnas de cristal pendían de un mero núcleo,
hendía sus observancias bajo el tiempo medible y hallaba el otro, el infinito.
Si lo dividía en pequeñeces,
siempre encontraba una más; si multiplicaba, con macro cálculos, descubría otra
y luego otra hasta el hartazgo.
Entonces notó, halló, donde
residía la eternidad y sus mares. Y nado esas aguas sabiendo que ahí radicaba
la esperanza, su verosimilitud, la justificación, su superficie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario