Detrás de los fenómenos de los
días, la escalera retoza entre barandas inofensivas. A cada lado hay una de
ellas, sobre y debajo de las nubes; a cada lado se estanca, febril, el
horizonte caótico.
Decido dar pasos sobre sus
escalones hasta merecerla. Antes de alcanzar un descanso, mi memoria reasigna
un pensamiento como conflicto. Grutas de espionajes secuestran el tránsito
ascendente. El espía no cede, tampoco el espiado. Cavernas de un solo color
atienen sofisterías entre cada paso dado hacia lo alto, hacia esa sumisión
ultraterrenal. Hacia esa sección, orden y deslizamiento, cuando resta un solo
escalón para llegar al suelo donde di ese paso ascendentemente.
Pueril vigía, certera llama,
noto terminar, haber resuelto aquel conflicto descendiendo. Pero el fuego no
merma, y la llama, su llama, acelera como único tramo un plano circular.
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