Ellos construían con ahínco un
templo de piedra. A veces caían restos de cierta arena en forma de vestigios
imaginarios con gotas de lava fundiéndose entre hielos limitantes.
Ellos habían construido un
holocausto en marcha confiriendo máculas desabridas ante los mares alternantes.
La arena paseaba, se juntaba para untar piedra con piedras mientras un sismo
celeste descendía horadando superficies sin árboles por doquier.
Ellos construían con fervor
arenas rocosas. Cuando caía cada piedra, era suelo, era cimiento, era basamento
haciéndose germen de fuegos instantáneos bullendo sin esperas.
Fue hecho un templo de piedra.
Fue hecho también con arena; arenisca, fe de quienes construyen empedrados.
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