Ahondaban circunspecciones un
viento, una roca. Alrededor de varias mitificaciones plañideras clamaban
sentarse, modificar un percance: su discrepancia.
Viento que platica entre nubes
es aireosa circunvalación entornando aspectos inefables ante lo dicho
expresamente; ante el furor, el único; ante la sensatez, la condición.
Roca aquietada y merecedora
que asienta restricciones es ensimismado atrio de moleculares sólidos
arrendando cuantiosas máculas con un solo método, con un solo arbitrio: la
compostura.
Movimiento perpetuo hará de
circunstancias triviales carruseles altivos sonando combustionados sobre mareas
de continuos alcanzamientos arribando cercanamente.
Inmovilidad pagana rastreará
haciendo limitaciones contra estupefactos trinos de logias mortecinas
invariablemente quedas en el mismo sitio, en el mismo espacio.
Si viento es movilidad, y roca
persuasiva permanencia inmóvil, acicalarán restos de naufragios pertinentes
bajo profundidades donde todo podría variar. Donde tal vez el viento fuera
quietud de aire y la roca inminente columna en constante crecer, quizás ahí
triunfase una diferencia; aunque no, jamás donde cada objeto representase
eternamente una misma condición.
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