Ve en continuo, desarraigando
prioridades. Ve un cuadrado que ya es triángulo para ver un círculo terminante.
Las ventiscas una vez
incorporadas entre los aires resplandecen con ahítas profusiones de claridad
endeble. Aquellos vientos circulan haciéndose, deshaciéndose; yendo al venir
ido de un tránsito volviendo. Aunque ya no habrá regresos para él, para quien
enmohecido contempla siluetas alternándose.
Y, cuando las ventiscas se
detienen, reza todo acápite por una bruma densa envolviéndolo todo sin restos
percutiendo. Se aclara la visión, se integra el panorama: ya toda figura es
fija alineación hasta depurarse en su origen.
El ha olvidado que su primer objeto
visto hubo sido un punto. Que ese signo se transformase en cuadrado; que éste
se convirtiera en triángulo que atravesase las formas de un círculo para
culminar siendo nuevamente punto, no es más que una transformación. Durante
estas contemplaciones los actos y potencias han variado y trascendido tanto
como para deshacer precisos instantes dados a cerciorarse momentáneos.
El ha olvidado que su primer
elemento ha sido un punto; y que un desvarío en las siluetas ha demostrado sus
futuros y pasados en actos y potencias de un presente formal dislocado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario