Camina hundiendo calamidades.
Por fuera, por dentro; insisten anomalías entre horizontes de un solo mundo.
Unívoco, respeta senderos
hacia su hogar; hacia una misma siembra de antologías rememoradas contra la
sujeción de las pausas. Dice ser quien sabe caminar; dice ser quien sabe dar
pasos uno tras otro hasta que los orbes resultan invariables. Las permutas por
adoquines de arena se sumergen bajo astros de ninguna cepa. Infusiones de maíz
arrostran subrepticias mareas de tediosas unciones en el océano de las
superficies. Y da un paso, da otro sobre un sendero hasta notarse perdido.
Su paseo retiene horas y
resguarda latitudes. Su marcha no varía al ver que sus extremidades se hunden
en el cemento. Sigilosamente eleva una pierna, vuelve a pisar y la ve atravesar
la linealidad horizonte de cuanta senda hubiere.
Andares de su imagen ejecutan
cimientos flexibles donde cada paso se hunde, se sumerge ante cada recodo y
longitud del recorrido dado. Andar que no lo ingiere completamente hace de él
un hombre que interferirá con su camino aunque nunca, jamás, tras haber saltado
y aferrado al entorno, su despedida frente al hogar ya en las profundidades.
Hundido, olvidado, lealtades
de otros sofismas conquistarán su sitio durante un eterno paso sin descansos
beatíficos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario