Clamará utópicos
desfallecimientos quien habitase diminutosidades. Roerá porciones de una fe
posible, caerá sobre suelos desmayados con ardores fríos.
He comprendido la vastedad al
ver la tierra agigantarse en superficie. He visto el planeta ilimitado desde
vientos inconclusos merodeando simbologías de celestiales silencios. Aunque
jamás hubiere residido en él, sobre suelos infinitos siempre han caído, caminado.
La extinción de sonidos provee nomenclaturas con músicas despiertas, ambiguas.
Y temo, al carecer del motivo de las extensiones, ante las infinitas tejedurías
sin ovillos conjeturando ornamentos.
El planeta desmesurado
convierte a sus pobladores en agnósticos; en pusilánimes rituales sus creencias,
y en histriónicas pesadillas cada sueño hasta librarse. Desde que lo he visto
lo he entendido; mientras han sonado campanadas de ardillas sin mayores
presagios que permitirse toda ideología. Hasta la inexperta, la inicua de reprobar
una y otra vez alusiones de un tiempo herido con la daga de las amplitudes.
Sabrán permanecer tan amplios
como su misma tierra. Pero existiendo en ellos la profecía de los
empequeñecimientos, tendrán pavor cuando ocurriese; cuando el suelo se volviese
diminuto, finito y exánime regresándoles otrora una fe sobreviviente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario