Hojas participando en
reuniones de sonidos ultramarinos suelen resonar. Son espacios donde lo brotado
es salado y lo sumergido, desenterrado. Donde toda marcha parece avanzar, la
selva hunde pétalos de raíces profanadas.
Desmiente cada cópula animal
las siderales trapacerías del mundo ortodoxo. Lo he sabido desde que
frecuentaba este bosque, esta espera, este remanente de segundos locuaces por
desarmar plañideras ambigüedades. Los troncos son un rito, los tallos un camino
para insectívoros donantes. Cada hierba remansa solamente bajo tutela de
flores; cada hoja anida nervios fluorescentes de caníbales destrozos. Las
estelas sacuden toda presunción por delante yuxtapuesta. Implora, veja y sonríe
gozando con aguas partidas.
Congratulo la certera mención
sobre suelos disipados. Sobre ríos de gotas grises mezclándose con la nada
pasante, sobre refugios y náufragos declinándose compatriotas de esta selva
edílica.
Pero espero la rompiente, la
sal calcinante y los efluvios de metal rozando los truenos. Sé que nada
detendrá ni apaciguará rincones insubordinables de conjuntos pesadumbrosos. Sé
que saldrán estelas bajo techos de hojas; y en el centro, en el medio de las
distracciones habrá una canoa dividiendo la tierra hasta presumirla
inagotablemente con oleajes de sopores advenedizos.
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