Cada vez que una cabeza
amanecía sobre el lago se profundizaba en sueños siderales. Respiraban apenas;
emergiendo desde los abismos los hombres cavilaban acerca de sus cogniciones.
Era un relato pagano la efervescencia
de los brotes sobre las aguas. Un camino probo aunque taciturno; un desleal
atrevimiento contra quien arriba, en las orillas, desataba iras de plagiarias
razas. Aquellos hombres y mujeres nadaban desde las profundidades. Temían por
su respiración, por su anquilosado parlotismo deviniendo en culturas
subyugadas. Aquellas personas buceaban y controlaban diestras partículas haciendo
una la rebelión, haciendo una su osadía hasta estabilizarse siendo meritorios
de convivir con el resto en los pueblos. Y nadaban hacia la superficie, hacia
esa bruma mortal conviniendo en términos.
Cada uno verá cabezas
emergiendo hasta que sean mutiladas, desmembradas desde los confines de las
existencias. Cada uno será regente, clamador y purificante como quien las desmembrara;
aunque ninguno será conserje del edificio humano para siempre perdido bajo las
aguas del asombro.
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