Vuelco jarras conscientes
durante estrépitos de los océanos. Declaro intacta marcha desde un devenir
hacia otro; desde una posición hacia otra se resuelve mi fin en cadavéricas
conclusiones.
Sé verme bajo y sobre las
aguas de corrientes advenedizas. Me sé partícipe, azaroso y apesadumbrado ante
la marea. Por más que diera empujones contra ella no retroceden siquiera las
espátulas de mi consciencia. Y el barro bruñido hace mella en cada rincón, en
cada alfabeto pronunciado hasta recitar palabras austeras en vanas glorietas
testimónicas.
Pero la marea se acrecienta,
las aguas colapsan y los inconscientes reclutan discípulos del hormigón calvo. Noto
que los sueños andan, yendo y viniendo, superlativamente dentro de cada razón.
Noto que cada letra está hecha del lodo de los esquimales saltando sobre los
fuegos de los argumentos. Mi sien se desespera: no hay lógica. Aquellos
miramientos y percepciones atiborrantes deslumbran bajo fríos de los miasmas.
En el abismo del ciclón ceden
las últimas pronunciaciones cuando por medio de sílabas arguyo precogniciones
oníricas. El mar me ha vedado, cada una de sus gotas arrima tormentos de
infierno hacia mi consciencia muriendo.
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