En la tez degollada se
iniciaban tiempos de servidumbres opacas. Era el principio de las
temporalidades su causa, su razón y desazón; su conflicto patibulario
arrastrándose con estigmas eternos.
Confío en que más de una tez no
ha surgido esplendorosamente tras un cuchillo amenazador. Son las incurables
maniobras de consuetudinarias costumbres. De insalobres alimentos, de
vespertinos trajes radicándose entre migajas de un sol escondido.
Suelo treparme a escaleras
atónitas con secuestros de escalones ensombrecidos. Los ato y desato, acato
fugarme de la casa sabiéndome partícipe de economías dadas a los abusos.
Fugado, caminando entre paganismos sin trepaciones por delante, se aferran
instintos y se colorean visiones al olvidarlos.
Pero no volveré jamás a
radicar, a hundir ni a masticar aquellos suelos cuyas rociadas gotas lamerán
sombras de puertas abiertas con presentes trasladados hacia otros conflictos.
Hacia otras mareas irán las servidumbres para contemplar los suelos y alhajas
de pretéritos regadíos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario