Antes de leer una verdad los
motivos aparentes deshacen. La verborragia asoma intrépida al alcance de oídos
mutilados por el color de las falacidades. Y bajo los océanos, entre las
turbias marchas de razonamientos, el inconsciente recauda maniobrando su caudal
de espejismos.
Quedará atónito quien lea las máscaras
de verosimilitudes. Las alfombras de los compuestos sulfatarán índices
diatríbicos en sus mallas de caracoles vivos reptando. La verdad, tu verdad,
será descreída ante los fuegos líquidos de una tempestad sin lluvias; y por más
ahínco fructífero dado serás huérfano dentro de un ático hermanado.
Comprendo que la verdad no
existe en las palabras. Que no existen cantos; que no existen hábitos, será
lamento de los desposeídos de sus épocas reclamando certezas donde argumentos
persuasivos rellenan los libros. Tu libro, mi libro; todos los libros escatiman
certidumbres abandonándonos, y también al mundo, delicadamente. Te librarías de
leer y releerlos cuando apesadumbrado los busques. Pero cada palabra comunicada
conlleva un saber parcial, sectario.
Cada vocal dará dolor, cada
consonante dará angustia infértil y las sílabas formando palabras que serán
oraciones desfilarán sobre un cementerio inverosímil.
Pese a la vacuidad de los
párrafos habrá un segundo cuyo respiro deshará nuestros naufragios.
Comprenderemos la parcialidad de la rima en versos destrozados solo volcándonos
imágenes repetitivas. Pero si nos fuera revelado el sentido oculto, el
esoterismo de cada mención, conoceríamos el origen, la realidad y la tan
sedienta verdad por beber de su copa atinante.
Bajo las letras existe otro
mundo, otro universo, que no es dable sino con leves murmuraciones; con
silencios de gritos sin palabras y con levedades de cósmicas abrumaciones. Ese
mundo es su verdad, su realidad y solo atreviéndome a saltar por encima de los
vocablos podré conocerlo; ver siendo personaje a quien ha sujeto las palabras
mostrando su veracidad al escribirlas: el unívoco motivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario