Creíste cambiar,
creíste en mañanas mudar nubes
hacia su silencioso organismo.
Pero no.
Creíste verte diferente cuando
anhelás mismos accionares de una fe distante.
Sin prórroga, sin vertientes
despiertas de canibalezcas serpientes
creíste ver tu figura bajo
otros síntomas, bajo otro esplendor.
Pero no.
No hay más cambios,
no hay más sincerismos
mientras absorbas el mismo
veneno de la culebra
y su mismo antídoto,
la misma acritud de limones
volteándote
y despertándote presa de
burlonas estirpes.
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