Corriendo rápidamente el
hombre invalidaba todo obstáculo. Trotaba durante los ascensos, a veces
caminaba, pero nunca dependía de sus glorias una maltrecha cima postergable.
Sube, baja; salta para
continuar un recorrido nefasto. Reniega de los tiempos y nace su aventura
detrás de balbucientes tentáculos pesadumbrosos. Recorre los límites; quizás el
suyo fuera solamente atravesar todo refreno, todo agujero, toda caída. Abruptamente
corre sobre una planicie, sobre un sólido suelo, y acelera su marcha. La
precursa, la ingiere, la toma indiscirniendo si es él u otro objeto el veloz.
Pero no ve un muro.
Corría hacia una pared
metálica, contra un bloque de anchura sobredimensionada. Aquel, para quien los
contratiempos desfiguraban los rostros célebres de arquetípicas hazañas, para
quien deshechos minusculares podrían añejar cualquier percance volviéndolo
nulo, cayó. Inmuto su cuerpo dormía en el suelo, pero su consciencia, su tenacidad,
había traspasado el muro hasta una meta, un objetivo: su vuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario