Crezco y decrezco; a veces
creo no caber en la habitación y otras no ser visto. Aunque siempre sé, por más
ligera percepción sobre mí dirigida, estar sobre un mueble.
No soy el único, no soy el
pionero de los fenómenos en mí producidos: soy uno más en este edificio y por
más amplios que sean sus espacios a veces no quepo. El resto de objetos que
crecen y decrecen se enfrentan a mi volumen. Soy enorme, soy pequeño; pero
jamás delator de quienes contra mí chocan.
Anhelo las observaciones
cuando analizan, escrutan las variedades de los tamaños de cuerpos
volumétricamente en expansión y expío. Pero acá no hay ninguno, acá no hay
quien reconozca las diversas dimensiones de los objetos. O se han ido, quizás.
Tal vez hayan desocupado el edificio y mantengan así un experimento pronto a
culminar.
Y terminará, finalizará cuando
exploten los espacios interiores. Pero no mientras esté desalojado, mientras
los artífices de la situación estén afuera. Explotará, sí, pero no sin
permitirnos desaparecer con ellos en truenos de objetos desmembrados.
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