Las llagas ocurrían mientras
los espasmos las absorbían. Llagas de dones prefiguraban una circunstancia
paupérrima que ataba, ataba y desataba daños perfilándose ocurrentes.
Las llagas ocultaban la piel,
la vestidura, la coraza. Llagas de destinos apócrifos delineaban un sarcasmo en
su rostro quejumbroso aunque perfilándose la noche embutía sonoridades en su
tez curvilínea.
Las llagas matizaban los
colores hasta que se detuvieron, se manifestaron y desaparecieron. El roto
cielo acompañó las mortajas mientras su despellejado séquito se quemaba hasta
mantenerlo ilustre.
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