Sabrán despertar ante los
presagios de un capitán de mares. El es quien dirige las corrientes, los sismos
y todo resto de aberración hecha en los océanos.
Tu barca caerá, se mimetizará
con los restos de las profundidades, otras embarcaciones, otros estropicios.
Pero podrás emerger y, victorioso, escapar del temido capitán de mares si te
presentás, te hundís en las aguas del dolor y precipitás toda la nave hacia él.
Porque el dueño de los mares te dará un concierto de pulpos maléficos que
podrán devolverte fuera. Y no morirás, porque ese jefe te retribuirá a los
vivos.
Si un ancla pensás regalarle,
si algún obsequio o pertenencia osas darle, él no lo querrá; es que tiene tu
barco y jamás podrás recuperarlo.
Si pensás darle la mano, el no
la añorará; es decir, el capitán de los sismos tendrá tu nave mientras sobre
las aguas quietas augurarás la dirección exacta que precisará tu naufragio para
olvidarte de navegar. Si querés volver, o desafiarlo, anclará sus colmillos en
tus pestañas, y su mandíbula se comerá tus recuerdos.
Así, así y tan cruento es el
dueño del mar, aquel capitán llevándoselo todo mientras cuentas estrellas hasta
tu próximo arribo desértico.
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