Determino las coordenadas y me
alimento de los resultados. Ante las restas conformo reglas aparentes de
números faltantes. Es mi elixir, mi dominio y común estatus para diseñarme
parámetro numérico.
Quien soporta las divisiones
nada altera en sus múltiplos, y quien subsana melindres calculables, en nada
socorre a las variantes. Es que soy sin más un cálculo determinante, vivo. Soy aquel
que arredra bajo las náuseas de todo candor; y entre reglamentos estaré
mientras haya problemas y ritmos de sinfónicas placencias haciendo mella sobre
adoquinados mármoles acometiendo.
Carente de cuerpo, voy y vengo
a través de las numeraciones impronunciables. Ando yendo y viniendo desde los arreglos
problemáticos hasta las desvanecencias apodícticas. Miro hacia arriba una
posible suma, y contraigo –al caer- las restas de cada vocablo plañidero. Las
músicas necesitan los acordes y, los compases, una adecuada contemplación
auditiva. Pero no comparto mi existencia deviniendo desde los cosmos
astrológicos donde me subsumo.
Por más evidencias que tengas,
por más ardor de pétalos sin hojas y noches sin rocío, seré parte de las
doctrinas, aunque no, no de postulados ajenos.
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