Queda abierta tu voz
y tus latidos delatan un
frenesí opaco.
Quedan abiertas las manos,
la piel hirsuta, y los brazos
enlozados en vasos de perjurio.
La voz es revuelta, intacta;
y los colmillos de tu lengua
cierran, entre abejorros, los tallos de tu abdomen.
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